Una buena cabeza... un buen espíritu... una buena disciplina y un buen motivo

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lunes, 19 de abril de 2010

_DoNDe_eL_CoRaZóN_Te_LLeVe_

















  Una abuela ..decide dejar un diario a su nieta..contandole su vida....

Los muertos pesan, no tanto por la ausencia, como por todo aquello que entre ellos y nosotros no ha sido dicho.

Las lágrimas que no brotan se depositan sobre el corazón, con el tiempo lo cubren de costras y lo paralizan como la cal que se deposita y paraliza los engranajes de la lavadora.
Los pensamientos de un viejo no tienen futuro, por lo general son tristes, y si no tristes, melancólicos.
La vida no es una carrera, sino un tiro al blanco, lo que importa no es el ahorro de tiempo, sino la capacidad de encontrar una diana.
Renunciar a uno mismo lleva al desprecio.
El amor no conviene a los perezosos, para existir en plenitud exige gestos fuertes y precisos.
El carácter es mucho más apreciado en el mundo que la personalidad.
Es cómico, pero justamente la distracción es lo que nos permite llegar al centro de las cosas.
En la vida hace falta tener generosidad: cultivar el pequeño carácter propio sin ver nada más de lo que hay alrededor significa seguir respirando pero estar ya muerto.
El corazón es el centro del espíritu.
El corazón se parece a una cámara de combustión. Allí dentro hay tinieblas, tinieblas y fuego.
Tan moderna es la mente, como antiguo el corazón. Se piensa entonces que quien hace caso al corazón se aproxima al mundo animal, a la falta de control, mientras que quien hace caso a la razón se acerca a las reflexiones más elevadas. ¿Y si no fuesen así las cosas, si fuese verdad exactamente lo contrario? ¿Y si ese exceso de razón fuese lo que deja desnutrida a la vida?
El hombre se parece cada vez más a una radio que solamente es capaz de sintonizar una franja de frecuencia. El uso excesivo de la mente produce más o menos el mismo efecto: de toda la realidad que nos rodea sólo logramos captar una parte restringida. Y en esa parte frecuentemente impera la confusión, porque está toda repleta de palabras, y las palabras, la mayor parte de las veces, en lugar de conducirnos a un sitio más amplio nos hacen dar vueltas como un tiovivo.
La comprensión exige silencio.
En el rostro está todo. Está tu historia, están tu padre, tu madre, tus abuelos y bisabuelos, tal vez incluso algún tío lejano del que ya nadie se acuerda.
Los recuerdos tristes dormitan largo tiempo en una de las innumerables cavernas de la memoria; se mantienen allí durante años, decenios, la vida entera. Después, un buen día vuelven a la superficie, el dolor que los había acompañado vuelve a estar presente, tan intenso y punzante como lo era aquel día de hace tantos años.
Es extraño, pero a menudo ocurre que determinadas personas, importantes en nuestra existencia, al principio no nos gustan nada.
El error en el que siempre incurrimos es el de creer que la vida es inmutable, que una vez metidos en unos raíles hemos de recorrerlos hasta el final. En cambio, el destino tiene mucha más fantasía que nosotros. Justamente cuando crees encontrarte en una situación que no tiene escapatoria, cuando llegas al ápice de la desesperación, con la velocidad de una ráfaga de viento cambia todo, queda patas arriba, y de un momento a otro te encuentras viviendo una nueva vida.
Entre nuestra alma y nuestro cuerpo hay muchas pequeñas ventanas, y a través de éstas, si están abiertas, pasan las emociones, si están entornadas se cuelan apenas; tan sólo el amor puede abrirlas de par en par a todas y de golpe, como una ráfaga de viento.
Nunca podré creer en los dogmas, en las historias que han inventado otros hombres como yo.
Nos robábamos las palabras de la boca, pensábamos las mismas cosas, las decíamos de la misma manera, parecía que nos conociéramos desde hacía años y no desde hacía dos semanas.
En la vida de cada hombre, sólo existe una mujer con la cual puede conseguir una unión perfecta, y en la vida de cada mujer sólo hay un hombre con el que ella puede ser completa.
En la lejanía, ni siquiera los amores más grandes, los más absolutos, se libran de la duda.
La comprensión nace de la humildad, no del orgullo del saber.
Entender de dónde venimos, qué hubo antes de nosotros, es el primer paso para poder avanzar sin mentiras.
Cometer errores es natural, irse sin haberlos comprendido hace que se vuelva vano el sentido de una existencia.
Las cosas que nos ocurren nunca son finalidades en si mismas, gratuitas; cada encuentro, cada pequeño suceso encierra un significado, la comprensión de nosotros mismos nace de la disponibilidad para recibirlos, la capacidad de cambiar de dirección en cualquier momento, de dejar la vieja piel como las lagartijas al cambiar la estación.
Encontrar escapatorias cuando no se quiere mirar dentro de uno mismo es la cosa más fácil de este mundo. Siempre existe una culpa exterior, hace falta mucha valentía para aceptar que la culpa -o mejor dicho, la responsabilidad- nos pertenece tan sólo a nosotros. Sin embargo es ésta la única manera de seguir avanzando.
Si la vida tiene un sentido, ese sentido es la muerte, todas las demás cosas sencillamente giran alrededor de ella. Que hemos de morir lo sabe hasta el último de los hombres. Es cierto, con el pensamiento lo sabemos todos, pero saberlo con el pensamiento es una cosa y saberlo con el corazón es otra completamente distinta.
Sólo el dolor hace crecer, pero el dolor hay que enfrentarlo directamente; quien se escabulle o se compadece está destinado a perder.
El corazón del hombre es como la Tierra, una mitad iluminada por el sol y la otra en la sombra. Ni siquiera los santos tienen luz en todas partes.
Por el simple hecho de que existe el cuerpo, somos sombras de todas maneras, somos anfibios como las ranas: una parte de nosotros vive aquí, en lo bajo, y la otra tiende hacia lo alto. Vivir es tan sólo tener conciencia de esto, saberlo, luchar para que la luz no desaparezca derrotada por la sombra.
Desconfíe de quien es perfecto, de quien tiene las soluciones ya listas en el bolsillo, desconfíe de todo, salvo de lo que le dice su corazón.
Cuando somos niños nos gusta mucho subir a los desvanes, en la vejez no tanto. Todo lo que era misterio, descubrimiento aventurero, se vuelve dolor del recuerdo.
No hay nada tuyo, tú eres joven, estás viva, el desván no es todavía tu sitio.
Tengo la sensación de que ahora todo está más acelerado. Al terminar cada día nos sentimos más cansados, cada vez más, al terminar una vida, exhaustos. No sé si esto les ocurre a todos en los últimos días de la existencia, esta repentina sensación de haber vivido demasiado, de haber visto demasiado, de haber sentido demasiado.
Podrás comprenderme solamente si has llevado a cabo ese misterioso recorrido que conduce desde la intransigencia a la piedad.
Luchar por una idea sin tener una idea de uno mismo es una de las cosas más peligrosas que se pueden hacer.


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